YO LOS VI

 

 

 

 

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Nunca creí en los fenómenos paranormales. Y aunque, como a cualquier persona, me asustan las películas de terror, jamás pensé que pudieran convertirse en realidad. Fue, pasados los años, cuando me di cuenta de lo ciega que había estado. Hasta este momento, no me he atrevido a contar esta experiencia, más que a mis amigos más cercanos y, siempre, pidiéndoles que guardaran el más absoluto secreto. No quiero dar explicaciones, ni ser señalada o tachada de lunática. Hasta ahora, pasados más de 10 años, no he sacado el coraje suficiente para plasmarlo en negro. Con toda seguridad, hace una década, no habría leído una sola línea de un relato semejante a este. En realidad, no quiero que nadie lea este escrito, que valoro más como una terapia personal.

He tenido que escribir, para luego borrar y después reescribir lo que acababa de borrar. Todo esto durante varias semanas en las que, sentimientos desconocidos, contradictorios y recuerdos perdidos en el olvido, afloran con cada letra. Finalmente he tenido las suficientes fuerzas para resumir en papel, tachado, arrugado y desguazado en varias hojas, que comienzo a trascribir.

Llevaba unos 3 años trabajando en Madrid para una conocida empresa europea de aviación y volvía a casa de mis padres, (en una de las maravillosas Islas Afortunadas, cuyo nombre no diré para no ofrecer más pistas sobre mi persona) a pasar 3 semanas de vacaciones, con el que en aquel momento era mi prometido: Miguel era el prototipo de un chico guapo, con el que tenía una especial compenetración. Creía tenerlo todo en la vida: El amor con un hombre ideal, éxito y reconocimiento profesional y personal, un nutrido grupo de amigos. Estaba equivocada, el tiempo me ha dado lo más importante.

Pasaban los días entre playa, paseos en barco y comidas con familiares y amigos, rematando la jorrnada con largas noches de fiesta. Así es la vida acomodada en las Islas Afortadas… Los últimos 3 días de vacaciones tenía que preparar mi vuelta al trabajo. La siguiente semana entregábamos un proyecto para la fabricación en Madrid del estabilizador de un nuevo modelo de aeronave europea y quería estar al día. Así que, el miércoles, decidimos pasar la tarde en casa para poder trabajar descansada y sin resaca el día siguiente.

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A media tarde, Miguel preparó unas pizzas precocinadas en el horno y nos sentamos en la palapa de la piscina a cenar tranquilamente. Sentado a nuestro lado, se encontraba Noé, un perro tremendo de raza rottweiler, que esperaba pacientemente, y relamiéndose, a que nos solidarizáramos con él y dejásemos caer algún trozo de comida. Habíamos guardado los bordes de las pizzas congeladas y no estábamos ni dejando las sobras en su plato (mis padres lo habían adiestrado para que sólo comiera de su plato, para evitar envenenamientos y siempre que íbamos a comer, él parecía cargando con su plato), cuando nos percatamos de que había desaparecido. ¡Era inaudito! Pesaba más de 45 kilos y fue muy difícil adiestrarlo debido a su voraz apetito. No tenía sentido…

En ese instante el tiempo es una ilusión. Es la forma que finalmente he decidido explicarlo con as palabras que tenemos. El tiempo lineal, como tal desapareció. Estábamos en el mismo lugar, fluían los pensamientos y aunque éramos capaces de comunicarnos, pienso que no eran palabras lo que compartíamos sino ideas puras… Miguel ¿Has notado mismo que yo?- Sí Clara, no te asustes, yo también lo noto… ¿Qué no me asuste? ¿Qué sucede? ¿Qué son esos zumbidos? Lo peor estaba por llegar.

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Comenzaron a llegar unos zumbidos fortísimos, debían oírse a kilómetros, justo en frente de donde habíamos estado sentados (no sé cómo nos encontrábamos, si sentados, de pié, flotando porque perdimos totalmente la noción. Al recordarlo, no sé en qué momento perdí la noción de la realidad. Los sonidos provenía de un lugar imposible, venía más allá de la montaña que teníamos enfrente, como si la atravesaran. Transcurridos unos minutos o segundos (quién sabe) aparecieron de entre los árboles cientos, y después miles, de luces de todos los colores. Por traducirlo de alguna manera, cada una de las luces tenía entidad propia, cada luz era diferente de las otras, y tenían volúmenes y texturas difusas. Cuando las luces comenzaron a rozarnos y pasar a través de nosotros, comenzamos a correr. Tampoco sé a dónde, ni durante cuanto tiempo corrimos, ni cuando acabó el suceso. Habíamos comenzado a cenar a las 8 y eran las 10 de la noche.

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Mis padres no estaban en casa y Noe no aparecía. No sabíamos con quién hablare, ni cómo explicarlo. Llamamos a la policía local, sin darles muchas explicaciones, para preguntar si algún vecino había visto algo extraño. Ni policía local, ni vecinos habían percibido nada raro. Después decidimos contárselo a la Guardia Civil, pero evidentemente no dimos nuestros nombres. Noé apareció al día siguiente.

Al poco tiempo, Miguel y yo rompimos. Perdimos totalmente el interés en nuestra relación de forma inexplicable. Actualmente, hemos creado nuestras propias familias por separado. Y al igual que yo, a pesar de haber transcurrido los años, según me cuenta (hemos hablado recientemente por el nacimiento de su tercer hijo) no quiere volver a hablar sobre lo sucedido… Posiblemente, algo de lo que pasó durante esa experiencia ha marcado para siempre nuestras vidas de forma insospechada… Quizá algún día me atreva y sepa explicar cómo.

P.D.: Los hechos relatados son totalmente reales pero seguro que algún graciosillo se preguntará qué tipo de champiñones llevaba la pizza. Como no sabéis quién soy, ni yo quién sois me da igual, (he cambiado los nombres,) pero si fueran los champiñones… os juro que jamás habría probado la pizza: Fue una experiencia desconcertante y desagradable. 

Un texto de “Clara” publicado por su amigo “JR” en el Blog tirando del hilo de la verdad.

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